Al tocar la
piedra del interior del refugio, suspiro. He regresado a un lugar seguro, y ahora
puedo pensar que vivo en un sueño. El exterior no es real, lo sé... pero pensar
en eso, no lo hace verdad, por más que lo desee demasiado.
Caigo de
rodillas por el cansancio y me limpio la frente sudorosa. Corrección, no limpio
mi frente, simplemente hago que se vuelva más negra por el carbón y la tierra
que toqué durante mi recorrido para salir y para entrar. Ahora estoy hecha un
asco, y para colmo vi que mi anterior vida jamás regresará.
Mi anterior
vida... jamás regresará.
Ante ese
pensamiento, se me escapa un sollozo. Antes tenía la esperanza de poder
reconstruir aquello que deje atrás, pero mi viejo hogar... el único lugar que
conocí... mi país, ya no sirve para lo que quiero. Reconstruir una nación de
las cenizas es algo casi imposible, menos cuando solo queda un cero coma dos
por ciento de la población, oculta en un lugar donde se alberga un mínimo rayo
de esperanza, que con el tiempo desaparecerá por completo.
Sí, lo de
reconstruir la vieja vida jamás ocurrirá.
Cass cae
sobre la piedra detrás de mí. Si mi rostro está como el suyo, lleno de hollín y
con gotitas de traspiración, entonces no me veo para nada agradable. Lo he
visto muchas veces así pero nunca de verdad, como ahora. Ponerse en el lugar de
las personas cambia tu antiguo punto de vista.
Observo a
Cass pasar delante de mí y caminar hacia el agujero negro que nos llevará de nuevo
a los túneles del Refugio. Sin embargo, no le sigo. Simplemente miro como su
cuerpo desaparece en la oscuridad, esperanzada de tener tan solo unos momentos
a solas con el punto que se encuentra a metros por encima de mí, la tapa de
alcantarilla que me llevará al exterior. No quiero volver a subir. Solo quiero
despedirme a solas de lo que en algún momento fue mi vida.
Pero él
regresa, buscándome.
—¿Necesitas
que te lleve? — me pregunta, sonando irritado—. Si quieres que te considere una
persona de confianza, debes hacer que comience a confiar en ti. ¿Crees que te
dejaría sola? ¿Aquí? Si piensas eso, Alanis, permíteme decirte que estás loca y
te equivocas sobre mí.
Miro hacia
abajo, y me encuentro con mis manos negras.
—Puedo
caminar sola— digo, y me levanto para comenzar a caminar. Él me sigue por
detrás.
El
recorrido es largo. Probablemente antes no me había dado cuenta por el hecho de
que corría, pero caminando, en silencio, solo escuchando mis zapatillas tocando
el suelo, me hace ver las cosas desde un lugar diferente.
En tan solo
media hora, todo ha cambiado y no cambiado al mismo tiempo, lo que me hace
darme cuenta de algo. Todo ha cambiando, y yo también lo he hecho. En el poco tiempo
que estuve aquí, he sufrido tantos cambios que ni siquiera pude detectarlos.
Empezando por mis poderes, que ni siquiera sé usar.
—¿Cómo
haces para controlar tus poderes? — le pregunto a Cass, y escucho que él
suspira.
—Era hora
de que tu mente curiosa haga esa pregunta. Ahora me pregunto yo, ¿Por qué no lo
preguntaste antes? — pongo los ojos en blanco, y evito tropezarme con una raíz
que antes no había visto.
—No lo sé,
no se me ocurrió— digo, sin perder de vista su espalda. Él ahora se encuentra
delante de mí, pero me sirve como guía. Lo último que quiero ahora es perderme
en este túnel. No encontraría la forma de escapar. No entiendo cómo pude
pasarlo antes. Supongo que estaba determinada a llegar al final. Ahora no
quiero regresar al comienzo, así que necesito que alguien me muestre el camino
para no regresar al final—. Ahora contesta mi pregunta.
—De acuerdo—
dice, seguido por un suspiro, y para de caminar. Se acerca a un lado de la
cueva y se inclina. Cuando se incorpora, tiene algo en la mano. Escucho que
abre algo de madera y saca una cosa, para frotarlo contra un objeto rasposo. Y
luego todo se ilumina. Un fósforo. Chico inteligente. Acerca la llama a una
vela enganchada en la pared, y la enciende, lo que ilumina el pequeño sector en
el que ahora estamos—. Nos detendremos a descansar.
Lo miro.
—No puede
faltar tanto— digo, pasando la palma de mis manos por mis vaqueros.
—Esto lo
hiciste corriendo, y cuánto tardaste, ¿Diez, quince minutos? — se apoya contra
la pared y se sienta—. Caminando puede durar veinte minutos. Te lo digo por
experiencia— la luz de la vela le da a su piel sucia un tono enfermizo y
tétrico. Tiemblo—. Siéntate, deberías descansar después de todo lo que pasó en
este rato— señala con la cabeza el lugar ubicado en la pared frente a él, y la
miro. Me siento antes de que mis piernas comiencen a pedirlo.
—Ahora
dime, ¿Cómo controlas tus poderes? — le vuelvo a preguntar. Él oculta su cabeza
entre sus piernas un segundo, y luego la vuelve a levantar. Sus ojos me miran
profundamente, y finalmente comienza a hablar.
—Mi padre
me enseñó a usarlos— dice—. Aprendimos juntos. Él a hacer lo suyo, y yo a hacer
lo mío. Quizá también aprendí yo solo, pero no podría decirlo en memoria a lo
que él hizo por mí— respira hondo, y pone su cabeza de lado—. Sé qué debo encontrar,
por eso se qué bloquear. No es cuestión de quererlo. Es cuestión de control.
Miro mis
manos, todavía sucias, y recuerdo cuando estaban llenas de sangre. Y luego
suaves como la piel de un recién nacido.
—Entonces,
si yo aprendo a controlarme, ¿controlaré lo que sea que haga? — levanto la
mirada, y él está mirándome.
—Serás
capaz de controlar lo que sea que quieras y puedas hacer— responde, y se
levanta. Se acerca a mí, y me da una mano—. Vamos. Nos falta poco para llegar.
Acepto la
mano que me tiende, y dejo que me levante así podemos seguir nuestro camino
hacia donde sea que se encuentre el lugar que de ahora en adelante, me
permitiré llamar hogar.