18.10.13

Mi Infierno Imaginario. Prólogo.

Veía por la rendija de la puerta del estudio como mi padre hablaba con el hombre fornido que había dejado entrar a mi casa por la tarde.
Eran pasadas las doce de la noche, y seguían hablando. Al principio, cuando estaba jugando con mi hermano en la sala de juegos con la Play Station, pensé que estaban hablando de negocios, porque, después de todo, mi padre siempre hablaba de su trabajo, con mi madre, con mi hermano, e incluso durante la cena, pero nunca me miraba a mí. Nunca hablaba conmigo de su trabajo o de negocios.
Pero, cuando me acerqué a la puerta del despacho de mi padre para escuchar de qué hablaban, comprobé que no hablaban simplemente de negocios.
Siempre pensé que la magia no existía, que solo existía en las películas que tanto le gustaba ver a mi hermano, y que a mí me parecían aburridas. A mí siempre me gustaba la acción.

Pero, esa misma noche, me di cuenta de que a veces, las películas de ficción cuentan la verdad.

***

Me limpié la lágrima que se deslizaba por mi mejilla silenciosamente, mientras dejaba el ramo de alhelíes sobre la tumba de mi hermana. Los alhelís eran sus flores favoritas, estaba encaprichada con ellos desde años antes de su muerte, y nunca podré saber por qué.
Salí silenciosamente del cementerio, evitando las miradas de las personas, que, aunque yo estaba allí, caminando y llorando por el cumpleaños de mi hermana muerta, me evitaban. Pero algo nos unía.
Todos habíamos perdido a un ser querido.
Aunque había pasado más de un año, la ausencia de mi hermana era palpable. Deberíamos haber buscado cualquier tipo de cura... Pero llegó el momento.
Llegó el momento de que dejara el mundo.
Y ese día, el día en que se fue, el ocho de octubre, quería irme con mi hermana menor hacia donde sea que vayan las personas después de la muerte.
Las lágrimas salían de mis ojos sin que yo pudiera pararlas, mientras buscaba a tientas monedas para el autobús. Lloraba, sin obtener resultado en encontrar dinero.
Mi visión se volvió nublosa, y no sabía dónde pisaba. Pero lo supe cuando me caí a la acera y el camión me atropelló.

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