Espero que les guste :3
—Maldita
seas, Madison— le digo a mi compañera de piso, que está frente a mí, riéndose a
carcajadas mientras abre un bolso recién robado, saca la billetera y extrae un
par de billetes de diez dólares.
Escucho
los gritos de los policías a lo lejos. Uno de ellos da las órdenes de que
barran el lugar en busca de los tres adolescentes que le robaron el bolso a una
mujer hacía tres minutos.
Esos
tres adolescentes éramos Madison, Carl y yo.
A
simple vista, se pueden ver tres hermanos, aunque no nos parezcamos en nada.
Madison
es de Alaska. Ella y su hermano mellizo, Mike, escapan de un pasado horrible:
su madre se suicidó frente a ellos. Ambos hermanos, aunque sean totalmente
distintos, son idénticos físicamente. Ambos tienen rizos negros. Ambos tienen esos
grandes ojos azules. Ambos tienen la piel pálida. Pero Madison vive deprimida.
Los horribles acontecimientos de su vida la llevaron a hacerse gótica y ver el
mundo blanco y negro, además de rojo como la sangre. Mike ha olvidado todo.
Sale con Jennifer y es alegre.
Carl
Night es mi mejor amigo desde que somos pequeños. Es inglés, pero de alguna
forma llegó a América tras la muerte de sus padres, que fueron cruelmente
asesinados frente a él y a su hermana mayor, Charlotte, a quién nunca pude
conocer... hasta ahora.
En mis
primeros años, odie demasiado a Carl. Ambos somos huérfanos y vivíamos en un
mismo orfanato canadiense. Me molestaba, y el día en que yo eché a llorar nos
hicimos amigos. Pero tampoco ayudaba la diferencia de edad.
Carl
tiene cabello negro y ojos negros como una cueva. Me dijo, en su momento, que
heredó el cabello oscuro de su madre y los ojos de su padre. Su piel es morena,
y por pasar dos años seguidos en el gimnasio tiene los abdominales marcados.
Si no
fuera mi mejor amigo, tal vez estaría enamorada de él.
Vuelvo
a escuchar los gritos de los policías, ahora mucho más cerca, tal vez a la
vuelta de la esquina del lugar dónde estamos parados. Tal vez una calle frente
a nosotros.
Levanto
la mirada del piso y veo a lo lejos, las placas brillantes.
Me
quedo en shock un momento, hasta que Carl me agarra de la mano y me ayuda a
correr, dejando atrás a Madison.
No sé
hacia dónde vamos. Las luces de Brooklyn me marean y me hacen dudar de mis
pasos.
No sé
dónde piso. No sé nada. Mi mente está bloqueada, y en lo único en qué puedo
pensar es en que Carl me está guiando. Carl es mi brújula.
No sé
cuántas cuadras hemos corrido cuando él para al lado de un contenedor de
residuos. Se apoya contra él y se sienta.
Comienzo
a tambalearme por las paredes del callejón, tratando de buscar un soporte. No
sé si pueda aguantar más. Mi cabeza rebota y siento los latidos de mi corazón
en todo el cuerpo.
Si sigo
sintiendo lo que estoy sintiendo, me voy a desmayar.
Me
caigo contra la pared, al mismo tiempo en que veo como Carl se acerca a mí para
agarrarme. Me abraza y me quedo entre sus fuertes brazos. Aprieto mis puños en
sus mangas, pero siento que la poca energía que me queda se libera, y suelto su
remera.
Él se
sienta conmigo en su regazo, y me comienza a acariciar el cabello. Recuerdo que,
de niños, él me contaba una historia antes de irme a la cama, una cualquiera
que yo le pedía. Pero de eso ya son cinco años. Crecí.
Comienzo
a llorar en su regazo, como una niña pequeña haría.
Sin
embargo, eso es lo que soy: soy una niña pequeña, a la que le han sacado la
infancia. Me despojaron de toda humanidad que una niña tendría que poseer.
Primero, fue la muerte de mi familia adoptiva; luego, siguió la segunda
adopción.
Mis
padres adoptivos, que no eran más que unos padres temporales... “inhabilitados”,
me golpeaban. Me inyectaban cosas extrañas.
Cuando
me sacaron de allí, no podía hacer otra cosa que llorar. Luego me encontré con
Carl en el internado de Massachusetts. Y luego...
Cuando
Madison hace esta clase de cosas, que nos hacen correr, recuerdo los meses de
maltrato que debí sufrir a manos de mis padres adoptivos. Carl me acuna y me
acaricia la frente con sus labios, como un padre a su hija.
Pero
nosotros somos amigos, y él me protege como si fuera mi hermano mayor.
Mi
mente... siento que comienza a oscurecerse y a perder el sentido.
Lo último
que veo antes de cerrar los ojos completamente para quedar inconsciente, es el
brillo de una chica al final del callejón.
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