10.12.14

Replay. Capítulo 7.

Había olvidado lo que era sentir el agua corriendo sobre mi piel y la sensación de un jabón limpiando la suciedad.
El agua era fría, pero no podía quejarme. Cass me había advertido antes de entrar a la ducha que no había agua caliente, ya que esta agua provenía directamente de un río a las afueras de la ciudad y otra parte de lo que algunas personas con poderes de crear líquido.
Me quedé unos minutos más de los que tendría que haberme quedado, pero ducharme me hacía sentir de nuevo en mi casa. Me hacía sentir que estaba en un hotel de vacaciones, y no que el mundo que yo conocía ya no existía.
Al salir, un frío me abrazó y apreté la toalla usada alrededor de mi cuerpo, mientras sentía un cosquilleo en el cuello por la carga de las miradas. Caminé hacia la entrada de las duchas, y encontré a Cass sentado en el corredor con cambiadores. Tenía una muda de ropa en el regazo, como me había dicho.
Me la extendió, y pateó un par de zapatillas.
—Te espero afuera— me dijo, y yo me metí en un cambiador.
La ropa interior era un conjunto nuevo, pero no le di mucha atención, además de saber que era azul con puntitos blancos. La camiseta era de color azul claro, y estaba usando unos vaqueros raídos viejos que me quedaban un poco grandes, pero no tanto. Debían ser de algún hombre. Las zapatillas eran unas converse negras rotas de mi talla.
Por primera vez en tres días me sentí completamente normal.
Mi cabello mojado comenzó a mojar mi nueva camiseta, y cuando salí del vestidor sentía la gran humedad en mi espalda, pero no le hice caso. En la entrada estaba Cass, como ya me había dicho.
—¿Disfrutando de la nueva ropa? — me preguntó. Le sonreí y él me devolvió la sonrisa con su expresión dura. Creo que eso era todo lo que recibiría de él, y me alcanzaba.
—Supongo que sí— me estiré un poco la camiseta—. Más bien disfruté de la ducha— dije.
—Todos dicen lo mismo— dijo—. Sin embargo, extraño el agua caliente, pero soy de los que más reconoce que esto será todo lo que podremos tener hasta que el mundo esté en orden.
Lo miré, mientras en mi cabeza decía que el mundo nunca volvería a estar en orden. Miles de vidas se habían perdido. No, no miles. Millones, y no había nadie para documentarlas además de nosotros, pero muchos cuerpos habían desaparecido.
Suspiré.
—¿Qué vamos a hacer ahora? — le pregunté, siguiéndolo a través de los pasillos con paredes de tierra. Cass fue a la sala común y los mismos chicos que el otro día jugaban con los dardos hoy están jugando con un mazo de cartas. Los tres adolescentes lucían engreídos y sentí energía negativa a su alrededor.
—Alanis, ellos son Theo— me dijo Cass, señalando al mayor—, Gary— al menor—, y Wendy— a la chica—. Son los que más se acerca a tu edad, además de Allison que todavía se está recuperando.
Lo miré a los ojos. Parpadeé.
—Quiero verla— dije, y sentí que un tono amenazante teñía mi voz. Una voz desconocida para mí, pero que sabía que era mía porque rebotó en mi mente.
Cass me miró, dándose cuenta de que no aceptaría un no por respuesta. Suspiró, y se acarició la cabeza rapada en busca de cabello. Cuando tiró para arriba el aire, se dio cuenta de que su cabello no era largo. ¿Desde hacía cuánto tiempo que su cabeza estaba así?
—De acuerdo— me agarró la mano, y sentí que algo encajaba en mi mente. Su mano cálida sobre la mía liberó un nudo que no sabía que tenía en mi estómago.
Cass me sacó de ahí, y sentí las miradas de Theo, Gary y Wendy enviándome cuchillos. Suspiré, sabiendo que ellos serían una gran carga para mí de ahora en adelante durante mi estadía en ese lugar.
Me pregunté si había lugares en el mundo que estuvieran en orden. Se lo pregunté a Cass.
—Sí— contestó, llevándome por las escaleras que llevaban al hospital—. Latinoamérica, África y Oceanía se han mantenido afuera— dijo—. Norteamérica, Europa y Asia están jodidos. Incluso México. Se vio afectado por las bombas de Japón cuando las tiraron sobre Texas. Centroamérica se vio afectado por un tsunami. Los resultados no fueron muy satisfactorios.
Me sentí mal por todas las vidas que se perdieron.
—Cuando salga de aquí iré a Latinoamérica— dije.
—¿Ah, sí? — me preguntó Cass, divertido—. ¿A qué país?
Me lo pensé un segundo.
—Brasil— dije—. Oh, no. Argentina. Me gusta la comida de Argentina.
Cass se rió.
—Mis padres y yo viajamos a Argentina cuando yo era pequeño— dijo, parando frente a una cortina pero sin entrar—. Mi madre tuvo una reunión internacional de médicos, y nos llevó a mi padre y a mí.
Lo miré, asombrada.
—¿Cómo es? — le pregunté.
Se rió de nuevo.
—No lo sé— dijo, acariciando su nuca—. No lo recuerdo. Tenía cinco años.
Sonreí.
—¿Está aquí Allison? — le pregunté, mirando hacia la cortina detrás de él.
—Sí— la abrió por mí—. Llamaré a Trent para que controle en caso de que sus poderes se descontrolen de nuevo.
Miré hacia la adolescente sentada mirando a la pared.
—No hará falta, pero gracias— me despedí de Cass y entré. La cortina se deslizó detrás de mí, y Allison levantó la mirada.
Sus ojos marrones ahora tenían motitas rojas, y su cabello rubio estaba corto, y algunas partes seguían chamuscadas. Debió de descontrolarse de nuevo.
—Te haré daño— su voz sonó débil. Volvió a bajar la mirada a sus manos—. Te haré daño— repitió.
Me senté frente a ella y le dije: —No me harás daño, Allison— le agarré una mano y se la acaricié.
—Pero se lo he hecho a todos los que conozco— sus ojos brillaron—. Se lo hice a mi hermano, a mi mejor amigo, a mis padres— hipó con un sollozo—. Soy un peligro para todos.
Apreté su mano.

—Le habrás hecho daño a ellos, pero no a mí, ni a nadie más— la abracé—. Estás aquí para hacer algo bueno, Allison. Hazlo. Hagámoslo.

1 comentario:

  1. Hola!!! Te he nominado a un premio :) http://beyondliteraturee.blogspot.com/2014/12/nominada-al-premio-best-blogger.html#more

    Besos x

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