18.11.13

Cuento Random #3

Valerie recorría las calles de New York sola, con su mochila colgada en uno de sus hombros y su chaqueta en el otro.
Estaba feliz por todos sus logros. Mientras pasaba por un callejón, una sonrisa con aire a venganza y satisfacción se mostraba en su rostro. Su pelo caoba se movía tan rápido como ella, y sus ojos negros estaban fijos al otro lado de la calle. Al destino.
Tomó fuerzas, aunque sabía que no las necesitaba para lo que estaba a punto de hacer. Se paró en unas escalinatas, y saco de su mochila un arma, decorada con manchas rojas, como la sangre, y un hermoso oro. Cuando la encontró en su casa sabía que era para ella. Un borde dorado acompañaba al gatillo, y eso hacía que muchos de los traficantes con los que ella se comunicaba desearan su arma. Muchos le darían millones, y otros, cosas que ella no necesitaba.
Con pasos cortos y pausados, avanzó hacia la esquina, pegada a la pared. La persona a la que esperaba, no se presentó, y no le importaba, ahora que sabía que el lugar estaba despejado, podía guardar el arma y avanzar al interior del local con tranquilidad.
El negocio estaba cerrado desde hace años, cuando ella todavía era una niña, y cuando estaba con humor de perros, se escabullía de su apartamento tomado e iba al pequeño comercio abandonado, lugar donde se comerciaban drogas, armas y alcohol que la aduana no permitía ingresar.
—Menuda mierda es mi vida— le dijo a una rata que pasaba por ahí, mientras se tiraba a un sofá bordó roto por sus años sin uso—. La cárcel hubiera sido mejor.
Se pensó lo último que dijo y sacudió su cabeza.
—Retiro lo dicho— repuso—, ahí no te dan alcohol.
Desde los dieciséis que sufría síndromes de abstinencia y comas alcohólicos, pero ella misma decía que solo eran cosas de su estúpida vida. No era responsable ni de sus límites. Robaba para sobrevivir. Bebía para olvidar y se lastimaba para sufrir.
Sin embargo, las creencias no se las había olvidado y rezaba por su hermano, que por su culpa, había acabado en un horrible colegio pupilo. Él fue el único que le hizo caso, pero ella lo metió en más problemas, tanto a él como a ella.
VaLa, que era como se hacía llamar entre los traficantes. Sufría trastornos mentales y flashbacks de una infancia dura. Sin embargo, sabe como llevar a cabo cada uno de esos problemas. Al vivir sola, se ahogaba en su propia mente y muchas veces tiraba al piso las pocas cosas que tenía o rompía las paredes de material.
Salió de su mente y regresó a su vida. Buscó en una alacena del viejo negocio y saco una caja que contenía ocho botellas. Cinco de esas botellas estaban vacías, y el resto estaban aún llenas. Sacó las tres con alcohol y las guarda en su mochila. Se puso a pensar su próxima acción, y decidió ir a la casa de Jordan.
Jordan era su mejor amigo, si se le podía llamar así a la persona que le escuchaba, daba consejos y cuidaba que la policía no le siguiera el rastro. Claro, que a cambio, ella tenía que llevarle al menos dos botellas a la semana. Él no era tan alcohólico como ella, además era mayor que Valerie. Aunque ella nunca le había preguntado su edad, calculaba que era unos dos años mayor.
Cruzó la calle, dio la vuelta a la manzana y llegó a un pequeño edificio maltratado. Tocó el 4C y respondió una voz apagada. Ella respondió escuchó como colgaba el portero eléctrico. Escuchó como el deteriorado ascensor hacía ruido al bajar y, luego, la puerta se abrió.
—¿Qué quieres?— preguntó Jordan, un chico alto, rubio y de ojos grises, que la miraba con ojos inquisidores desde su gran altura.
—Nada— respondió ella—, bueno, te traje esto— levantó la mochila y la sacudió para que se escucharan las botellas.
—Repito, ¿Qué quieres?
—Me pasaba por aquí— dijo, entrando sin que él se lo pidiera.
—Cuando tu pasas por aquí no es algo bueno— comentó Jordan, pasando su mano por la cara—. Es broma, no hace falta que saques a Jenny para amenazarme.
Jenny era el nombre que se le había puesto al arma de Valerie. Por alguna razón, muchos la veían inofensiva. Aunque una de sus balas podría traspasarte en un abrir y cerrar de ojos.
Pero eso a Valerie no le importaba. Ella era sinónimo de osadía. No le importaba arriesgar su propia piel. Ella, después de todo, solo quería morir, aunque estuviera tan orgullosa de sí misma.

Sonrió con aire triunfal mientras guardaba el arma dentro de su bolso de lona verde militar.

Fragmento de Julie :3

Me han extrañado?? Yo sé que sí, por eso, (y porque los quiero mucho, queridos lectores), he decidido compartir (una mínima parte), de Julie ^u^ deberían sentirse agradecidos, de verdad, cuando escribo en esta novela, ni a mis gatos dejo acercar a mi habitación.
Espero que les guste :3

—Maldita seas, Madison— le digo a mi compañera de piso, que está frente a mí, riéndose a carcajadas mientras abre un bolso recién robado, saca la billetera y extrae un par de billetes de diez dólares.
Escucho los gritos de los policías a lo lejos. Uno de ellos da las órdenes de que barran el lugar en busca de los tres adolescentes que le robaron el bolso a una mujer hacía tres minutos.
Esos tres adolescentes éramos Madison, Carl y yo.
A simple vista, se pueden ver tres hermanos, aunque no nos parezcamos en nada.
Madison es de Alaska. Ella y su hermano mellizo, Mike, escapan de un pasado horrible: su madre se suicidó frente a ellos. Ambos hermanos, aunque sean totalmente distintos, son idénticos físicamente. Ambos tienen rizos negros. Ambos tienen esos grandes ojos azules. Ambos tienen la piel pálida. Pero Madison vive deprimida. Los horribles acontecimientos de su vida la llevaron a hacerse gótica y ver el mundo blanco y negro, además de rojo como la sangre. Mike ha olvidado todo. Sale con Jennifer y es alegre.
Carl Night es mi mejor amigo desde que somos pequeños. Es inglés, pero de alguna forma llegó a América tras la muerte de sus padres, que fueron cruelmente asesinados frente a él y a su hermana mayor, Charlotte, a quién nunca pude conocer... hasta ahora.
En mis primeros años, odie demasiado a Carl. Ambos somos huérfanos y vivíamos en un mismo orfanato canadiense. Me molestaba, y el día en que yo eché a llorar nos hicimos amigos. Pero tampoco ayudaba la diferencia de edad.
Carl tiene cabello negro y ojos negros como una cueva. Me dijo, en su momento, que heredó el cabello oscuro de su madre y los ojos de su padre. Su piel es morena, y por pasar dos años seguidos en el gimnasio tiene los abdominales marcados.
Si no fuera mi mejor amigo, tal vez estaría enamorada de él.
Vuelvo a escuchar los gritos de los policías, ahora mucho más cerca, tal vez a la vuelta de la esquina del lugar dónde estamos parados. Tal vez una calle frente a nosotros.
Levanto la mirada del piso y veo a lo lejos, las placas brillantes.
Me quedo en shock un momento, hasta que Carl me agarra de la mano y me ayuda a correr, dejando atrás a Madison.
No sé hacia dónde vamos. Las luces de Brooklyn me marean y me hacen dudar de mis pasos.
No sé dónde piso. No sé nada. Mi mente está bloqueada, y en lo único en qué puedo pensar es en que Carl me está guiando. Carl es mi brújula.
No sé cuántas cuadras hemos corrido cuando él para al lado de un contenedor de residuos. Se apoya contra él y se sienta.
Comienzo a tambalearme por las paredes del callejón, tratando de buscar un soporte. No sé si pueda aguantar más. Mi cabeza rebota y siento los latidos de mi corazón en todo el cuerpo.
Si sigo sintiendo lo que estoy sintiendo, me voy a desmayar.
Me caigo contra la pared, al mismo tiempo en que veo como Carl se acerca a mí para agarrarme. Me abraza y me quedo entre sus fuertes brazos. Aprieto mis puños en sus mangas, pero siento que la poca energía que me queda se libera, y suelto su remera.
Él se sienta conmigo en su regazo, y me comienza a acariciar el cabello. Recuerdo que, de niños, él me contaba una historia antes de irme a la cama, una cualquiera que yo le pedía. Pero de eso ya son cinco años. Crecí.
Comienzo a llorar en su regazo, como una niña pequeña haría.
Sin embargo, eso es lo que soy: soy una niña pequeña, a la que le han sacado la infancia. Me despojaron de toda humanidad que una niña tendría que poseer. Primero, fue la muerte de mi familia adoptiva; luego, siguió la segunda adopción.
Mis padres adoptivos, que no eran más que unos padres temporales... “inhabilitados”, me golpeaban. Me inyectaban cosas extrañas.
Cuando me sacaron de allí, no podía hacer otra cosa que llorar. Luego me encontré con Carl en el internado de Massachusetts. Y luego...
Cuando Madison hace esta clase de cosas, que nos hacen correr, recuerdo los meses de maltrato que debí sufrir a manos de mis padres adoptivos. Carl me acuna y me acaricia la frente con sus labios, como un padre a su hija.
Pero nosotros somos amigos, y él me protege como si fuera mi hermano mayor.
Mi mente... siento que comienza a oscurecerse y a perder el sentido.
Lo último que veo antes de cerrar los ojos completamente para quedar inconsciente, es el brillo de una chica al final del callejón. 

Reseña #8: Bajo la Misma Estrella de John Green


Sinopsis





A Hazel y a Gus les gustaría tener vidas más comunes. Algunos dirían que no han nacido con estrella, que su mundo es injusto. Hazel y Gus son solo adolescentes, pero si algo les ha enseñado el cáncer que ambos padecen es que no hay tiempo para lamentarse, porque, nos guste o no, solo existe el hoy y el ahora. Y por ello, con la intención de hacer realidad el mayor deseo de Hazel —conocer a su escritor favorito—, cruzarán juntos el Atlántico para vivir una aventura contrarreloj, tan catártica como desgarradora. Destino: Amsterdam, el lugar donde reside el enigmático y malhumorado escritor, la única persona que tal vez pueda ayudarlos a ordenar las piezas del enorme rompecabezas del que forman parte...




2.11.13

Capi especial de Julie

No daré detalles.
Siento el blog un poco aburrido por mis finales, así que les voy a compartir el primer capitulo, pero en 3ra persona... que no tiene nada que ver con la historia original, pero creo que podría darles un demostración de como es la vida de Julie... (en realidad es solo un fragmento del primer capítulo, el original lleva cerca de 12 hojas en word)


Carl corría por los callejones de Brooklyn.
Y atrás de él una niña pequeña con el cabello tapando su cara, pero él sabía que era Julie, y sabía también que estaba lejos de ser una niña pequeña.
Con sus cortos quince años, Julie había sido separada de una infancia normal, y corría detrás de él sin quejarse. Aunque en parte, era culpa de ambos por haber acompañado a Madison a caminar, ya que terminó robando la cartera de una mujer, y esta se dio cuenta.
Los policías comenzaron a seguirlos. Carl tomó la muñeca de Julie y se metió con ella dentro de los callejones y perdió de vista a los policías. Aunque siempre, para tomar precauciones, era mejor seguir corriendo unos cuantos kilómetros. Pero él sabía que su amiga no podría aguantar mucho más de lo que habían recorrido.
Cuando estuvo seguro de haber perdido a los policías, Carl se apoyó contra la pared de ladrillo del callejón, que estaba lleno de moho y húmedo por la lluvia de esa mañana, y suspiró. Dejó caerse y tiró su cabeza hacia atrás.
Julie cayó de rodillas frente a él. Él sabía que lo que iba a ocurrir no iba a ser bueno.
—Estoy cansada, Carl— dijo la chica. Sus brazos cayeron al lado de su cuerpo como plumas y su rostro cambió a un amarillo pálido. Sus ojos se tornaron brillantes y llorosos. Y después comenzó a temblar. Y cayó desmayada.
No era la primera vez que pasaba, pero Carl pensaba que muchas veces podría caer muerta en esas condiciones. Sin embargo, sabía que Julie tenía la presión baja por todo lo ocurrido en ese último año.
Y en situaciones como esa, como el correr para separarse de los policías que habían visto robar a Madison, ella se desmayaba en el medio de la calle, y él apoyaba su cabeza en su regazo, mientras le acariciaba el pelo.
Bonita hermana. Decían unos. Es demasiado pequeña para ti. Decían otros. Pero Carl no les prestaba atención. Muchas veces le daban ganas de preguntarles que harían ellos. Al ser huérfano, Carl valoraba mucho lo que tenía. Y, sobre todas las cosas, valoraba a Julie.
Julie era fría, tímida y de pocas palabras, pero no siempre fue así. Hubo un momento, años atrás, en los que había sido tierna, tranquila y tímida. Pero el haber ido con una familia que la maltrataba y le daba extrañas inyecciones, cambió demasiado. A partir de ahí, todo lo que Carl había visto en su amiga de la infancia había sido borrado. Era reservada con casi todas las personas, pero con Carl, al que apenas demostró su cambio de personalidad, le tenía algo especial que lo hacía sentir como la única persona en la que ella podría a llegar a confiar plenamente.
Pero él sabía que Julie le tenía cierto grado de desconfianza, pero más por las experiencias de la vida de ella que por otra cosa.
Perdido en sus pensamientos, Carl, no se había dado cuenta de que alguien había llegado.
Una chica, de pelo marrón oscuro con mechas caoba, ojos verdes y pecas marrones en toda su cara, estaba seria inclinada viendo el rostro de Julie. Carl observó el rostro de la chica y notó cierta familiaridad desconocida, como si la hubiera visto antes, pero no sabía donde. Al momento en que la chica notó que Carl la observaba, sonrió y cuando Carl parpadeó, ya se había ido. Se había esfumado tan rápido como el viento. Carl se dijo que lo había imaginado.
—¿Carl? — preguntó una voz conocida, y supo que estaba en la realidad, no en el mar de sus pensamientos—, ¿Julie? ¿Estáis aquí?
El acento español. Era Sharon, una chica que había vivido en España la mayor parte de su vida, y huérfana, que había venido del otro continente con su hermana menor para reunirse con unos familiares que no existían, ya que su otro hermano, el mayor, se negaba a cuidar de sus hermanas menores.
—¿Sharon? — preguntó Carl en respuesta, extendiendo el cuello para ver más allá del gran contenedor de basura frente a ellos—. Ayúdame con Julie.
—Oh, mi Dios— murmuró Sharon por lo bajo, y se acercó corriendo hacia sus dos amigos. Le acarició la mejilla a Julie, ya que era como una hermana para ella—. ¿Qué le ha pasado?
—-Lo de siempre— dijo Carl, como respuesta. Sharon suspiró y cerró los ojos, frunció el ceño y cuando volvió a abrir los ojos, sus ojos ámbar brillaban bajo el rayo de luz que se filtraba a través de la rendija rota del galpón abandonado detrás de ellos.
—Llevémosla a casa—- dijo, al fin, agarrando un brazo de Julie y tratando de levantarla con la ayuda de Carl.
¿Y piensas que no lo había pensado? Se dijo Carl. Julie era lo único que tenía en el mundo. Lo único que podría hacerle valer. Y no lo estaba aprovechando para nada. Estaba dejando que muera poco a poco. A veces, soñaba que su cuerpo ahora más bien relleno estaba flacucho, su piel pálida, medialunas negras bajo los ojos de su amiga. Debía dejar el alcohol y las drogas, o sino, así iba a terminar.
Sharon le ayudó a cargarla, y siguieron por las calles bajas hasta llegar al departamento de Joy.

1.11.13

Noviembre! ♥

Hola lectores, solo quería decirles un par de cositas...
en las próximas dos semanas voy a estar DEMASIADO ausente porque me tocan los finales... pero igual, a partir de diciembre, YA ESTARÉ LIBRE! no mas clases... muchos libros... inspiración bajo el sol del verano... okno.
solo quería decirles que tal vez solo suba un capi por semana, solo eso y que estaré ausente en las próximas semanas :D 


Debo hacer una poesía para literatura, quien me ayuda? nunca se me dio la poesía :$

 Por el momento, creo que nada mas. no sé si subiré cosas sobre los otros cuentos, porque también estoy haciendo la corrección de Deseos Pasados para hacerlo en PDF (apuestas, a los 3000 visitantes de este blog tengo que hacer algo muuuuy arriesgado *obra de mi parabatai*), pero creo que ya voy por la décima corrección de Los Híbridos y todavía no me convence. 
Bueno, otra vez, eran solo estas cosas.
ADIOS!


¿Alguien que haya participado de la fiesta de Halloween, #FiestaEnHogwarts? Fue lo mas adfdh, y todavía me sigo riendo.
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